Tiene una serie de puntos comunes en casi todas las religiones
existentes, y también desencuentros. La fe la define el diccionario de la RAE
como: Conjunto de creencias de una religión, conjunto de creencias de alguien,
de un grupo o de una multitud de personas, creencia que se da a algo por la
autoridad de quien lo dice o por la fama pública.
El advenimiento del
cristianismo marcó
una revolución en
la ética, al introducir una concepción religiosa de lo bueno en el pensamiento
occidental. Según la idea cristiana una persona es dependiente por entero de
Dios y no puede alcanzar la bondad por medio de la voluntad o de la inteligencia,
sino tan sólo con la ayuda de la gracia de Dios. La primera idea ética
cristiana descansa en la regla de oro: "Lo que quieras que los hombres te
hagan a ti, házselo a ellos" (Mt. 7,12); en el mandato de amar al prójimo
como a uno mismo (Lev. 19,18) e incluso a los enemigos (Mt. 5,44), y en las
palabras de Jesús: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios" (Mt. 22,21). Jesús creía que el principal significado de la ley judía
descansa en el mandamiento "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y
con toda tu alma y
con toda tu fuerza y
con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo" (Lc. 10,27).
El cristianismo
primigenio realzó como virtudes el ascetismo, el martirio, la fe, la misericordia,
el perdón, el amor no erótico, que los filósofos clásicos de Grecia y Roma
apenas habían considerado importantes.
Vivimos nuestra fe cuando
dejamos a Dios el primer lugar en nuestras almas. Cuando el domingo es un día
para la misa, para la oración, para el servicio, para la esperanza y el amor.
Cuando entre semana buscamos momentos para rezar, para leer el Evangelio, para
dejar que Dios ilumine nuestras ideas y decisiones. La fe en el cristianismo se basa en la obra y enseñanzas de Jesús de Nazaret. El cristianismo declara no
caracterizarse por la fe, sino por el objetivo de la fe. En lugar de ser
pasiva, la fe conduce una vida activa alineada con los ideales y ejemplo de
vida de Jesús.
Vivimos nuestra fe cuando no permitimos que el dinero sea el centro de
gravedad del propio corazón. Cuando lo usamos como medio para las necesidades
de la familia y de quienes sufren por la pobreza, el hambre, la injusticia.
Cuando sabemos ayudar a la parroquia y a tantas iniciativas que sirven para
enseñar la doctrina católica. cuando controlamos los apetitos de la
carne, cuando no comemos más de lo necesario, cuando no nos preocupamos del
vestido, cuando huimos de cualquier vanidad, cuando cultivamos la verdadera
modestia, cuando huimos de todo exceso: “nada de comilonas y borracheras; nada
de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias” (Rm 13,13).
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